Las bienaventuranzas – Parte 2 – Bienaventurados los pobres de espíritu

Posted bySpanish Editor April 29, 2025 Comments:0

(English Version: “The Beatitudes – Blessed Are The Poor In Spirit”)

Esta es la segunda publicación de la serie sobre las Bienaventuranzas, una sección que abarca desde Mateo 5:3-12, donde el Señor Jesús describe ocho actitudes que deben estar presentes en la vida de todo aquel que afirma ser su seguidor.

*******************

El Señor Jesús abre el Sermón del Monte con esta notable declaración: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:3). La “pobreza de espíritu” es la actitud fundamental. Mientras el mundo exalta a los que son fuertes en espíritu, la Biblia llama a los creyentes a mostrar pobreza de espíritu. ¡Eso es vivir en contra de la cultura!

Necesitamos entender que la “pobreza de espíritu” no se refiere a alguien que es débil de espíritu o débil en la fe. Tampoco se refiere a andar por ahí diciendo: “No soy nada”. Por el contrario, es creer y decir: “Dios, no tengo ningún recurso espiritual para vivir a la altura de tus estándares. ¡No tengo lo que se necesita para vivir la vida que me has llamado a vivir! Te necesito para todo. Dependo de ti para todo. Aparte de ti, estoy ¡espiritualmente en bancarrota!

Como puede verse, la palabra griega traducida como “pobre” se usaba para describir a alguien que no tenía recursos materiales de ningún tipo y, como resultado, dependía completamente de otra persona para su supervivencia básica (ver Lc. 16:19-20). La imagen es la de un mendigo encorvado, con el rostro tan cerca del suelo, con la cabeza cubierta y que se avergüenza incluso de mirar hacia arriba, pero extiende la mano para pedir dinero.

Sin embargo, en Mateo 5:3, puesto que Jesús también añade “en espíritu” a la palabra “pobres”, sabemos que no se está refiriendo a la pobreza material. Se está refiriendo principalmente a la pobreza espiritual (ver Ap. 3:17-18) a un vacío espiritual. Tanto los ricos como los pobres han pecado. Ninguno de los dos tienen los recursos para vivir una vida aceptable para Dios. Ambos necesitan entender esta verdad y volverse a Jesús, quien es el único que puede proveerles lo que no tienen en términos de vivir una vida que agrade a Dios. ¡Eso es lo que significa la pobreza de espíritu!

La mejor ilustración posible de los pobres de espíritu como los únicos que entrarán en el reino de los cielos la ilustra la “Parábola del fariseo y el publicano” que enseñó Jesús en Lucas 18:8-14. El fariseo que se creía justo de esa parábola estaba tan lleno de sus propios logros espirituales que estaba completamente ciego para ver la necesidad de ser perdonado de sus pecados. Por otro lado, el publicano no veía nada más que sus pecados contra un Dios santo y, como resultado, seguía golpeándose el pecho y clamando: “Dios, ten misericordia de mí, pecador” (Lc. 18:13). Esa es la imagen de un mendigo espiritual, que es otra forma de describir a los pobres de espíritu. No es de extrañar que él fuera el que se fue a casa siendo perdonado de sus pecados y no el fariseo, quien, debido a su orgullo, no pudo ver su vacío espiritual.

Mientras nos consideremos capaces de estar espiritualmente bien con Dios, nunca recurriremos a Jesús para recibir el perdón de nuestros pecados. Esto significa que nunca recibiremos la vida eterna y, por lo tanto, nunca podremos entrar en el reino de Dios. Pero cuando, por la gracia de Dios, nos veamos espiritualmente vacíos, nos volveremos únicamente a Cristo para recibir el perdón de nuestros pecados. Como resultado, recibiremos la vida eterna y, por lo tanto, entraremos en el reino de Dios.

Sin embargo, la actitud de pobreza de espíritu no termina con la conversión. Debemos recordar que, aunque seamos salvos, todavía no podemos vivir la vida cristiana con nuestras propias fuerzas. Simplemente no tenemos lo que se necesita para agradar a Dios por nuestra cuenta. Debemos depender continuamente de Dios y clamarle para que nos ayude a vivir la vida que nos ha llamado a vivir mediante el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros.

Lamentablemente, muchas veces fallamos en esta área. Somos como el niño pequeño que comienza aprendiendo a andar en bicicleta con rueditas a los lados y luego llega a un punto en el que se le pueden quitar las rueditas y puede conducir por sí solo. Si bien nunca lo diríamos en voz alta, muchas veces tendemos a hacer lo mismo. Tendemos a hacer las cosas por nuestra cuenta, a caer y luego a apoyarnos en Dios.

Sin embargo, si leemos correctamente estas palabras de Jesús, Él dice que sólo aquellos que muestran esta actitud de pobreza de espíritu como estilo de vida son los verdaderos ciudadanos del reino de los cielos. Por lo tanto, debemos tomar esto en serio. Con el poder del Espíritu Santo, debemos desear vivir este tipo de estilo de vida, no para ganar la entrada al reino de Dios, sino para asegurarnos de que realmente somos ciudadanos del reino.

Finalmente, la recompensa para quienes llevan la pobreza de espíritu como estilo de vida: “De ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:3). La última parte se podría traducir mejor como “de ellos y sólo de ellos es el reino de los cielos”. Sólo ellos son los poseedores del reino de los cielos o del reino de Dios, que es lo mismo.

En otras palabras, quienes son pobres en espíritu experimentarán en esta vida las bendiciones espirituales del cielo. Esto significa experimentar el gozo, la felicidad de saber que Dios los ha aceptado y que está trabajando en ellos y a través de ellos, incluso ahora que viven bajo el gobierno del Rey Jesús. Y en el futuro, también experimentarán la plenitud de estas bendiciones y mucho más cuando el Rey Jesús regrese para establecer el reino terrenal de Dios en toda su gloria.

He aquí pues cuatro principios que debemos considerar poner en práctica para ayudarnos a mostrar esta actitud de “pobreza de espíritu” como estilo de vida.

1. Debemos comprometernos a orar diligentemente todos los días

Puesto que la oración es un medio por el cual reconocemos nuestra necesidad del Señor en todo momento, debemos clamar a Él sin vergüenza y con regularidad para que nos ayude, ya sea para vencer el pecado o cualquier otro problema. Cuanto más oramos, más nos damos cuenta de lo pecadores que somos en realidad (que es otra forma de decir lo espiritualmente arruinados que estamos). Tal comprensión, a su vez, nos hará clamar a Dios aún más en oración y confesión.

2. Debemos comprometernos a no hacer nada que contradiga la voluntad de Dios

Los que son pobres de espíritu deben temblar ante la palabra de Dios (Is. 66:2) y temblar al pensar en hacer algo contrario a la voluntad de Dios, tal como se revela en las Sagradas Escrituras.

3. Debemos comprometernos a abstenernos de tener pensamientos que exalten al yo

Nuestros pensamientos impulsan nuestras acciones. La vida pecaminosa es el resultado de un modo de pensar pecaminoso. Por lo tanto, debemos cultivar deliberadamente una vida de pensamientos piadosos permitiendo que la palabra de Dios controle nuestra mente (Ro. 12:2) y nuestro corazón (Pr. 4:23).

4. Debemos comprometernos a ver las pruebas de la vida como la manera que tiene Dios de hacernos depender más de Él y menos de nosotros mismos

En lugar de despreciar las pruebas de esta vida, debemos aprender a verlas como provenientes de la mano de un Dios soberano y amoroso, el mismo Dios que no solo puso a su Hijo en la cruz por nosotros, sino que también nos pone a nosotros, sus otros hijos, a través de pruebas, a veces incluso de fuego (1 P. 4:12), para hacernos depender solo de Él y no de nuestras propias fuerzas (2 Co. 1:9-10; 12:7-10).

Dicho esto, para evitar que caigamos en la desesperación o lleguemos a una conclusión errónea, permítanme añadir también lo siguiente: ninguno de nosotros puede jamás guardar esta bienaventuranza, ni ninguna otra bienaventuranza, de manera perfecta. Hay alguien que las guardó perfectamente por nosotros, el que pronunció estas palabras: ¡el Señor Jesús mismo!

Si alguien no necesitaba orar, ese era Jesús. Sin embargo, nadie prestó más atención a la oración que Jesús, a pesar de ser el hombre más ocupado que haya vivido jamás. Después de todo, nadie más que Él tenía la enorme tarea que terminar: ¡salvar al mundo!

Si alguien tenía el poder de hacer todas las cosas, ese era Jesús. Sin embargo, nunca hizo nada sin el consentimiento del Padre. No sólo eso, sino que Jesús siempre se deleitaba en hacer la voluntad del Padre, incluso cuando eso lo llevó a la cruz.

Si alguien tenía derecho a tener pensamientos de exaltación personal, ese era Jesús. En su caso, no hubiera sido un pecado, ya que Él es el más grande. Sin embargo, se describió a sí mismo como “manso y humilde de corazón” (Mt. 11:29) “de corazón”, el centro de todos los pensamientos.

Si alguien soportó toda prueba y nunca cayó en la tentación, ese fue Jesús.

Por eso, Dios nos acepta en primer lugar por medio de Jesús. Y es por medio de Jesús que seguimos siendo aceptados por Dios. Por lo tanto, no caigamos en la trampa de pensar que debemos mostrar perfectamente esta pobreza de espíritu para ganar la aceptación de Dios o para seguir siendo aceptados por Dios. En cambio, mirémoslo como nuestro modelo mientras corremos esta carrera, mientras el Espíritu Santo obra desde nuestro interior para cambiarnos y ser más como Jesús (2 Co. 3:18).

Sí, el mundo puede definir lo bueno como “todo lo que aumenta el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre” y definir como malo “todo lo que procede de la debilidad”. El mundo flexiona sus músculos y se enorgullece de su propia fuerza. Sin embargo, nosotros que somos pobres en espíritu, sin vergüenza, con todas nuestras debilidades, debemos levantar constantemente nuestras manos vacías hacia el cielo y seguir clamando a Él: “Señor, te necesito. No puedo lograrlo sin ti. Ayúdame”. Necesitamos recordar continuamente que el poder de Dios obra a través de nuestras debilidades y que la gloria de Dios se magnifica a través de nuestras debilidades. No necesitamos preocuparnos si el mundo se ríe de nuestro estilo de vida de pobreza de espíritu. Es, después de todo, un estilo de vida contracultural. Podemos descansar en el hecho de que tenemos la sonrisa de aprobación de Dios en ese estilo de vida.

Debemos recordar continuamente que sólo las personas que viven un estilo de vida contracultural pueden oír a Jesús decir: “Bienaventurados sois”. Los demás sólo oirán a Jesús decir: “¡Ay de vosotros! Os espera un juicio terrible”. Así pues, como ves, la elección es entre la felicidad eterna y el dolor eterno, entre la paz eterna y el dolor eterno. ¡Seamos sabios y escojamos la dicha eterna que ofrece Jesús en lugar de la “felicidad” temporal que ofrece el mundo!

El pasado es el pasado. Hoy es un nuevo día. Podemos empezar de nuevo creyendo y actuando conforme a esta gran verdad: Bienaventurados los pobres de espíritu… los pobres espirituales… porque de ellos, y sólo de ellos, es el reino de los cielos.

Category