La unica cosa que amenaza todas nuestras relaciones

Posted bySpanish Editor September 3, 2024 Comments:0

(English Version: “The One Thing That Threatens All Relationships”)

¿Puedes adivinar cual es la cosa que amenaza todas las relaciones? ¡La amargura! Afecta a los matrimonios, las iglesias y todo lo demás. La amargura es una de las peores plagas para la vida sana de un cristiano. Esparciéndose aún más rápido que la gripe, consume la vitalidad de la vida espiritual de uno. Es el “cáncer del alma”, consumiendo millones de víctimas cada año.

Pero hay una cura para esta plaga. Este remedio se encuentra en una de las palabras más bellas del español – la palabra “Perdón”. Aunque la palabra “perdón” es una palabra común, la esencia real de ella se encuentra en su última parte “don” (de dar).  Per-DONAR significa liberar a alguien del mal que te han causado. Significa ceder cualquier derecho a tomar represalias y evitar crear amargura en el corazón de uno.

La Biblia no sólo espera, sino que también manda que los cristianos seamos gente perdonadora. No hay otra alternativa sana. Los creyentes son llamados al estándar más alto de practicar el perdón. Somos llamados a perdonar como Dios perdona: “Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.” (Efesios 4:32 también lee Colosenses 3:13).

Claro. El perdón no es un proceso fácil. Hay momentos que luchamos con pensamientos diciendo: “No tiene caso. Me lastimarán de nuevo. En primer lugar, no debí haberlos perdonado. Nunca cambiarán.” ¡Debemos estar alertas a estos pensamientos pecaminosos! Dios ha prometido que ayudará a sus hijos a perdonar a los demás, y “es imposible que Dios mienta” (Hebreos 6:18). Por eso, no hay motivo para que nos demos por vencidos.

Debemos creer que Dios está obrando en nuestros corazones y haciéndonos fuertes a través de estas pruebas. Él nos quiere edificar – no destruirnos. Sin embargo, a veces se necesita destruir para luego poder construir. Tendremos la victoria si perseveramos dependiendo en el poder del Espíritu Santo. 

Debemos esforzarnos para buscar el perdón de Dios por haber guardado amargura en nuestros corazones. Eso es el primer paso para vencer este pecado. Luego, debemos pedir fuerzas para perdonar a los que nos han lastimado. Y cada vez que un pensamiento amargo se nos viene al recordar los pecados de los demás, debemos pensar y considerar seriamente nuestros propios pecados. 

Alguien escribió, “una persona con un corazón que perdona tiene una memoria extensa sobre su propio pecado, pero una memoria corta sobre los pecados de los demás. La memoria extensa de su propio pecado es grave, pero al recordarlo produce alegría al reflexionar en la libertad del perdón que se encuentra en Jesús. Un gozo equivalente llena su corazón cuando son capaces de extender ese mismo perdón a otros que han pecado contra ellos.”

Recuerdo que leí sobre un caso en donde una mujer fue a hablar con su pastor sobre el pecado de su esposo de ver pornografía. Ella había confrontado a su esposo y como resultado, el esposo se arrepintió y pidió que ella lo perdonara. Pero ella no podía pasar por alto este pecado, entonces ella fue con su pastor para decirle cuan malo era él por cometer este pecado y que estaba considerando dejar a su esposo. Su corazón estaba tan amargo contra su esposo quien se había arrepentido de este acto, que ella no pudo ver su propio pecado de guardar amargura en su corazón. ¡Ese es el peligro del pecado!

¡Tenemos tan clara visión y recuerdo del pecado de otros (aún después de que se arrepienten), pero tan ciegos y olvidadizos de nuestros propios pecados! Por eso necesitamos hacer un esfuerzo consciente para reflexionar sobre nuestros pecados en lugar de los pecados de los demás. ¡No hay otro remedio para el que tiene un corazón orgulloso, que se cree perfecto, y que no perdona!

Claro, el perdón es una palabra bellísima cuando lo necesitamos, pero muy fea cuando lo tenemos que dar. Un escritor lo dijo bien: “Tan rápido nosotros, siendo el hijo pródigo, nos podemos convertir muy rápidamente el orgulloso hermano mayor” [Keith Mathison]!

La falta de perdón es una característica de los incrédulos (Romanos 1:31, 2 Timoteo 3:3). Las Escrituras dicen muchas veces que un espíritu misericordioso y perdonador debería caracterizar al cristiano (1 Juan 3:10, 14-15). Si el patrón de nuestra vida exhibe amargura y rencor, necesitamos examinar nuestra vida sinceramente para ver si hemos experimentado el perdón de Dios por nuestros pecados.

Thomas Watson dijo: “No necesitamos ascender al cielo para ver si nuestros pecados han sido perdonados. Miremos dentro de nuestros corazones y veamos si podemos perdonar a otros. Si sí podemos, no hay para qué dudar si Dios nos ha perdonado”.

Parémonos en el Monte Calvario y veamos a Jesús colgado en la cruz, sangrando, moreteado, y horadado por nuestros pecados, clamando: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34) O mira a Esteban quien dijo mientras lo apedreaban: “¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!” (Hechos 7:60) ¿Podemos todavía aferrarnos a nuestra amargura? ¿Podemos aún decir “nunca perdonaré a esa persona”? ¿Somos tan necios que pensamos que podemos recibir el perdón de Dios, abusar de él y escapar sin daño? Humillémonos, arrepintámonos sinceramente y clamemos por la Gracia de Dios para perdonar a otros. Si no lo hacemos, estamos seguros de recibir castigo severo de parte de Dios.

Te preguntarás “¿qué pasa si la gente no se arrepiente de sus acciones? ¿Aún los perdono? La respuesta es esta, si la persona no se arrepiente, eso no es nuestra responsabilidad.  Lo único que podemos hacer es cuidarnos que no guardar amargura y cultivar un corazón que siempre está dispuesto a perdonar. Si alguien no se arrepiente, no puede haber una relación sana. 

Aún en nuestra relación con Dios, si el pecador no se arrepiente, esa persona no puede tener una relación con Dios. Mi punto es simplemente que hay que protegernos de caer víctimas de la amargura, aunque la otra persona no se arrepienta. Dios se encargará de sus pecados – Él es el Juez. Por tanto, no debemos tomar el juicio en nuestras propias manos. Al mismo tiempo, debemos hacer el mayor bien posible dirigido a la persona que nos está lastimando para cumplir con lo que enseña Romanos 12:17-21, y Lucas 6: 27-28. 

¿Hay alguien en tu vida que no estás dispuesto a perdonar? Quizá es un esposo o esposa o padres o un miembro de la Iglesia. Sea quien sea, ¿por qué no pedirle a Dios sinceramente en este momento que te ayude a perdonar tal persona? Dile a Dios que en verdad estás arrepentido por haber guardado amargura hacia tal persona. Él te ayudará.

Recuerda, cuando perdonas a esa persona lo estás haciendo por el amor de Cristo – con el único motivo de complacerlo a Él. Y el perdón es prometer que nunca te vengarás y que nunca mencionarás el pecado del pasado otra vez. ¡Especialmente los pecados de los que ya se arrepintió! El perdón te ayudará a dejar el dolor de la confusión interna.

La alternativa a perdonar será un proceso infinito de dolor, amargura, enojo, resentimiento, y la autodestrucción. ¿Vale la pena?

Category

Leave a Comment